sábado, 20 de marzo de 2010

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

Primera lectura: del profeta Isaías 43, 16-21
Segunda lectura: de la carta del apóstol san Pablo a los filipenses 3, 7-14
Del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y Él, sentado entre ellos, les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flegrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujures. ¿Tú que dices?"
Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: "Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra". Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.
Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él. Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: "Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?" Ella le contestó: "Nadie Señor". Y Jesús le dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar".
Palabra del Señor.
Nuevamente en total sintonía con aquella impresionante parábola del Hijo Pródigo que, el domingo pasado contemplábamos, nos damos cuenta de la infinita misericordia de Dios para con sus hijos porque ¿cuándo entenderemos que el Señor tiene corazón de padre, con manos que acogen y ojos con los que siempre mira con amor?
La semana próxima estaremos iniciando con los días santos, y Jesús Hombre y Dios nos va mostrando con mayor claridad el auténtico rostro del Padre que aborrece el pecado, pero que ama y busca al pecador. Para Dios poco le interesa la vida pasada de aquella mujer de la que nos habla el Evangelio, el momento presente es lo más esencial. Muchas veces he reflexionado en este pasaje bíblico en los kerigmas que ofrecemos, como preparación espiritual a los papás y padrinos de los niños que harán su primera comunión en alguna fiesta patronal ya sea de la parroquia o capellanía.
La mujer en tiempos de Jesús era tenida como un cero a la izquierda, sin ningún valor moral, espiritual o físico. A Jesús le traen a esta mujer para ponerlo a prueba y poder tener argumentos sólidos para arrestarlo o condenarlo, sorprendida en adulterio, "la ley de Moisés dice que hay que apedrearla". Me pregunto ¿y el hombre con el que fue encontrada en este pecado de adulterio, dónde está? ¿cuál es su castigo? ¿acaso esta ley no afecta a los varones?. Como sea Jesús bajó su mirada en actitud de humildad y empezó a escribir en el suelo, no sabemos que escribió pero pudo haber sido un espacio, para penetrar el corazón egoísta y soberbio de aquellos hombres que tratan de quitar la poca dignidad que le queda a esta mujer.
"Aquel que esté libre de pecado, que tire la primer piedra". Como estaría el tumulto de aquella gente que sólo se quedó Jesús con la mujer, y es aquí donde resuenan en mi interior aquellas palabras de Jesús que no ha venido a abolir la ley, sino que ha venido a dar plenitud. Que nos falta a nosotros como Iglesia: tenemos los diez mandamientos que rigen nuestra conducta, que nos limitan a no perder la vida de gracia. ¿Será que la plenitud de la ley no la conocemos? Y es que esta plenitud de la ley radica en el amor a Dios que se refleja y se vive con tu prójimo, este único mandamiento nos da Jesús antes de morir para tener vida en Él. Tal parece que pocos lo vivimos, porque nos preocupamos por conocer mas la vida del vecino, que conocer más a Dios y respetar a tu mismo vecino; nos damos a la tarea de destruir la dignidad de una persona, que integrarla a la sociedad y hacerla valiosa para la misma; en el matrimonio, sea el hombre o la mujer, se busca más el amor fuera de casa que tratar de buscarlo y alimentarlo con quien Dios te dio para compartirlo; y en el sacerdocio, hemos buscado el amor y el servicio fuera de Jesús, que viviendo la vocación a la que nos llamó en un inicio.
¿Qué nos falta par vivir la misericordia de Dios en nuestra vida? La única clave que podemos leer en el Evangelio está en labios de Jesús: "Yo tampoco te condeno, vete y ya no vuelvas a pecar". Que nunca se nos olvide que no somos jueces para juzgar o criticar a nuestro hermano, Dios nos ha dado la posibilidad de crecer juntos, de vivir en comunión y no destruirnos. Nuestra sociedad poco a poco se va fragmentando y esto conlleva que unos tiremos de la cuerda para un extremo y otros para el otro extremo; de aquí vienen las descalificaciones entre nosotros, y en ocasiones ha tocado, que un hermano nuestro tome el lugar de esta mujer y nosotros ser aquellos jueces faltos de misericordia.
Si el domingo pasado el hijo pródigo reflexionó que había pecado y se levantó para ir con su padre, ahora Jesús ayuda a levantar a esta mujer y la perdona. Tenemos que levantarnos sí y hay que hacerlo, pero mas importante es que, nosotros como Cristo ayudemos a que otros se levanten y se sientan dignos y amados, participemos de ese amor y esa misericordia divina y dejemos que este Dios se glorifique en nosotros por nuestro testimonio de vida.
Recuerdo una historia sobre un penitente que se fue a confesar con un sacerdote acerca de una difamación, el sacerdote le dejó de penitencia que le llevara una gallina blanca. Extrañado por esto, no dudo en traerla además necesitaba pagar su falta. El sacerdote le dice: ve por las calles del pueblo y desplúmala poco a poco, así lo hizo y cuando volvió al confesionario, de nuevo el sacerdote le dijo: te falta lo más importante, regresa por las calles y guarda en una bolsa todas las plumas que arrancaste de la gallina y traémelas. ¡Eso es imposible! dijo el penitente. ¿Imposible? tan imposible y difícil como recuperar la fama de aquella persona a la que tú has hecho tanto daño por la difamación.
La Cuaresma es el tiempo oportuno de reflexión sobre nuestras ausencias de amor, ojalá que nos renovemos como buenos cristianos y busquemos la compasión y comprensión. Que la ya próxima semana santa, renovemos nuestra fe y amor en Jesús que en el testamento de la Eucaristía nos atrae a Él.
AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ SEÑORA no dejarme llevarme llevar por mis juicios,interesados, duros y excesivamente crueles.A no observar, los aspectos negativos, sino la bondad y lo noble de los que me rodean.AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ SEÑORA no conspirar ni levantar falsosen las ruinas sufrientes de tantos hermanosa no señalar los defectos e historias pasadasque sólo sirven para causar daño o sensación.AYÚDAME A MIRAR COMO TÚ SEÑORA ser prudente, como Tú lo fuistecon aquella mujer, que adulteraba en su vida,pero que comenzó otra vida nuevaante tu forma de perdonarle y amarle. Amén.
Dios te bendiga y arriba con esos propósitos de cuaresma. Con afecto:
Pbro. Carlos Eduardo Barajas Baeza. (Parroquia de Cristo Rey).

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