lunes, 1 de febrero de 2010

Primera lectura: Del Libro del Profeta Jeremías 1, 4-5. 17-19

Primera lectura: Del Libro del Profeta Jeremías 1, 4-5. 17-19Segunda lectura: De la Primera Carta del apóstol san Pablo los Corintios 12, 31-13, 13
Del santo Evangelio según san Lucas 4, 21-30.
En aquel tiempo, despúes de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo: "Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que ustedes acaban de oir". Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: ¿No es éste el hijo de José? Jesús les dijo: seguramente me dirán aquel refrán: "Médico, cúrate a tí mismo y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho hecho en Cafarnaúm". Y añadió: "Yo les aseguró que nadie es profeta en su tierra" Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria. Al oír todo esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un barranco del monte, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de ahí. Palabra del Señor.
Los saludo con alegría, es para mí un gusto poder compartir con ustedes, lectores un poco de la fe que aunque sencilla, Dios me ha permitido sembrar a lo largo de la vida. Las lecturas de este domingo cuarto del tiempo ordinario, iluminan nuestra vida de fe. Este domingo vemos a un Jesús en la sinagoga, donde la gente aprueba y admira la sabiduría que sale de sus labios, pero entre esta gente hay también quien lo conoce desde su niñez, adolescencia y juventud. ¿no es éste el hijo de José? La sabiduría de Jesús para todo tiene una respuesta: nadie es profeta en su tierra. En ocasiones, esto es lo que ha truncado nuestros ideales personales y familiares e incluso de Iglesia; cuando alguien dice o hace algo y la persona te parece agradable aunque diga o haga un disparate nos parece bueno, pero cuando una persona que se te pone entre ceja y ceja, aunque te diga una verdad, te parece difícil avalar sus palabras.
Quién dijo que la vida era fácil? qué vivir la fe era sólo leer citas bíblicas y aprenderlas de memoria! Déjame decirte que el proceso de fe es personal, porque cada persona ha hecho un concepto distinto de su vida, sólo tu sabes lo que tu corazón ha sufrido o sufre para superar la depresión, la muerte de un ser querido, el rechazo de las personas, etc. Es Jesús quien nos da el ejemplo de lo que debemos hacer: ante todo amar y estar seguro de quién eres y lo que puedes hacer. Todos somos profetas por el Bautismo, y que mejor que lo hagamos en nuestra tierra, en tu hogar con la familia, con tus padres e hijos, vecinos y comunidad. Pero vamos a lo extraordinario, por ejemplo con quien no nos hablamos de tiempo o con quien se nos dificulta la relación, aquí es donde la virtud de tu persona crece y se humaniza.
Cuando aprendemos en verdad a hacer comunidad, la fe pasa de lo personal a lo comunitario=comunión. Porque para esto Jesús vino al mundo, para decirte que el amor a Dios y al prójimo es la base de nuestra fe en la Iglesia, y en donde la vida por más dura que parezca se hace más llevadera cuando la compartimos y la sanamos, especialmente en la Eucaristía con Jesucristo los domingos. Porque sólo la experiencia de este amor divino que se humaniza en nosotros nos hace vivir en comunión, ser más seguros en nosotros mismos, agradecidos, sencillos y humildes; la lectura a los Corintios de este domingo nos describe el himno del amor-que todo lo puede por ser comprensivo, servicial y no tener envidia. No te prejuicies de las personas, analiza, ama y sana tu vida, para que puedas hacer comunión, sé un buen profeta y que tu único aval sea: el amor a Dios y tu testimonio personal de fe. No dejemos que Jesús se aleje de nosotros como lo hizo en el Evangelio, al contrario, pídamos que se quede con nosotros, que ilumine nuesta vida de Iglesia y su apostolado. Qué Dios te bendiga! Con afecto Pbro. Carlos Eduardo Barajas Baeza.

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