jueves, 3 de noviembre de 2011

Compartiendo Nuestra

Lectura del libro del profeta Malaquías (1, 14; 2, 2b. 8-10)
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (2, 7b-9.1)
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (23, 1-12)
En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: en la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame “maestros”.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen “maestros”, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen “padre”, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar “guías”, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. Palabra del Señor.
Comentario sobre el Evangelio: reciban un cordial saludo, cargado de buenos deseos y esperanzas en Cristo que nos da la vida y lo que ella misma conlleva. Quiero pedir una disculpa antes de iniciar este comentario, el domingo pasado olvide que las lecturas eran del DOMUND, (domingo mundial para las misiones). Pero espero que haya ayudado en la meditación de la Palabra que necesitamos para continuar fieles a Dios en la misión que nos ha tocado vivir.
El domingo escucharemos que Jesús dice cómo los escribas y fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés, y esta afirmación la hace porque ellos siempre se habían sentido elegidos por Dios para decidir sobre la vida, acciones y decisiones de las personas. Con esto nos damos cuenta, que Jesús está siempre del lado del humilde, de aquel que verdaderamente necesita no una cátedra para ser alguien en la comunidad, sino de la predicación del amor de Dios y su voluntad justa y amorosa. Me viene a la cabeza por así decir, que podemos tomar los sacerdotes de este pequeño trozo del Evangelio, me cuestiono en lo personal, sin hacer alusiones a mis hermanos sacerdotes, si en verdad somos mensajeros y portadores de un Dios que decide y opta por el último, por el pequeño y el necesitado; si en nuestro ministerio nos dejamos llamar “padre” no por ser un título, sino de una relación paterna de cuidado, de pastoreo y sobre todo de intercesión por la comunidad a la que debemos servir y amar.
Hermanos, el Evangelio ilumina no sólo la vida de nosotros sacerdotes, sino también de aquellos que viven una paternidad biológica y familiar. El título de padre no es solamente biológico, sino de cuidado y atención a los hijos, hoy que en nuestro mundo se vive una crisis tremenda en la familia, queremos echar la culpa a Dios de los acontecimientos que padecemos y vivimos, cuando en las familias se fraguan los buenos ciudadanos y cristianos que sirven con fe y esperanza a las mismas comunidades. Por eso Jesús no quiere títulos de maestro, padre o guías si detrás de ellos no hay un testimonio y una coherencia en la misma vida que ayude a guiar nuestros actos y acciones.
Pero de algo debemos estar muy conscientes en nuestra vida: Jesucristo ha muerto por nosotros y nos ha dado la salvación a todo aquel que lo acepta libremente, pero debemos estar atentos a la Palabra que Jesús nos dirige, porque no basta solamente la fe para salvarnos y descubrir que con la cruz nos ha redimido, el final del Evangelio es muy claro, si queremos ser grandes para Dios, debemos aprender a servir y para ello tenemos el modelo por excelencia en la persona de Jesucristo, que no busco los primeros puestos, se fue a los últimos, a aquellos a quien nadie se atrevía a buscar, ayudar y sanar.
En esta semana en que hemos vivido momentos y situaciones lastimosas y difíciles como la crueldad en la muerte de Ghadaffi el líder libio, las manifestaciones en diferentes países a causa de la crisis económica, entre ellas en Roma donde se rompieron imágenes religiosas de manera brutal, nos debemos preguntar: ¿qué me pide Dios ante estos signos violentos de desesperanza? ¿Cómo vivo mi fe en el servicio al prójimo, especialmente al necesitado y olvidado? Recordemos que los fariseos decían una cosa y hacían otra, Dios me pide mucho y espera una respuesta concreta en mi vida, pero si he aprendido a esperar mucho de Dios, ¿qué espera Él de mí?
Dios los bendiga, esperando que estos últimos domingos del tiempo ordinario nos preparen para un buen adviento, y prepare nuestro corazón para la venida de Jesús. Me sigo uniendo con ustedes en oración, pidiendo por los frutos de la paz:
Señor Jesús, Tú eres nuestra paz,
mira nuestra patria dañada por la violencia,
dispersa por el miedo y la inseguridad.
Consuela el dolor de quienes sufren,
da acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan.
Toca el corazón de quienes olvidan que somos hermanos
Y provocan sufrimiento y muerte.
Dales el don de la conversión, protege a las familias,
a nuestros niños, adolescentes y jóvenes.
A nuestros pueblos y comunidades, que como discípulos misioneros tuyos
ciudadanos responsables, sepamos ser promotores de justicia y paz.
Para que en ti, nuestro pueblo (Yurécuaro) tenga vida digna. Amén
Con afecto y cariño: Carlos Barajas, (Roma Italia).

No hay comentarios:

Publicar un comentario